“Me sostengo
Me acompaño
No estoy sola, estoy aquí para mí”
Cultivando una voz menos crítica, más compasiva. La autocompasión nos invita a mejorar; no desde la perfección (la voz autocritica) sino para que seamos más felices, para que estemos más a gusto con nosotros mismos. La autocompasión tiene que ver con la auto-aceptación, la auto-apreciación y el auto-cuidado.
Tenemos la tendencia natural a autocriticarnos, de ver lo que nos falta en vez de valorar lo que tenemos porque el cerebro está diseñado para la supervivencia. Y a nivel cultural, vivimos en una sociedad extremadamente competitiva, que valora los logros individuales y la independencia. En otras palabras, se busca la perfección.
La compasión significa reconocer que el ser humano es imperfecto y frágil. Todos nosotros nos equivocamos en un momento u otro, es lo natural.
Al contrario de la autoestima, que es condicional, es decir, es una evaluación positiva del valor propio; la autocompasión es un sostén, es una buena amiga cuando las cosas no salen tan bien. No hay juicio, no hay comparación, no es condicional al éxito… Es una mirada amable hacia nuestra totalidad (nuestras luces y nuestras sombras), nuestra humanidad.
Entonces, en lugar de criticarnos cuando comentemos algún error o fracasamos, podemos aceptarnos con generosidad, una mirada amable hace nosotros mismos. ¿Cómo tratarías a un amigo en la misma situación? ¿Que le dirías? ¿Serías duro con él?
Cuando nos sentimos protegidos y aceptados, podemos aprender de nuestros errores, podemos avanzar, podemos sacar nuestra mejor versión…
“La compasión hacia uno mismo fomenta estados mentales positivos, como la felicidad y el optimismo. El carácter estimulante de la autocompasión nos permite avanzar y apreciar la vida. Cuando calmamos nuestras mentes agitadas con la compasión, tenemos más capacidad para distinguir entre lo que está bien y lo que está mal”
Te propongo un ejercicio: busca un lugar tranquilo y respira lentamente por la nariz por algunos instantes y pregúntate en voz alta qué aprecias de ti misma. Pero utiliza tu nombre al hacerlo. Un ejemplo: Fernanda, ¿qué aprecias de ti misma? Contesta la pregunta en voz alta y vuelve a preguntarte la misma pregunta, por lo menos tres veces. Y enseguida toma algunas respiraciones profundas y observa cómo te sientes.
Y también te propongo una práctica sencilla y rápida: por la mañanas antes de levantarte; abrázate y repite mentalmente – me acompaño, estoy aquí para mí, no estoy sola.
Lo que anhelo para mí también anhelo para ti: Qué podamos ser nuestr@s mejores amig@s!
Ojalá te sea útil y gracias por leerme.
Fuentes:
- Curso Amor y Compasión hacia ti mismo con Cándida Vivalda y Fundación Radika
- Artículo Los 5 mitos de la autocompasión – Kristin Neff
- Sé amable contigo mismo, Kristin Neff